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lunes, enero 31, 2011

LA PEOR PESADILLA DE UN PADRE PARTE 1 DE 2

Decían que maltrátabamos a nuestra bebé, ¿Quién nos creería?
La clínica de pediatría del hospital de Bethesda, Maryland, estaba atestada. Alice Velásquez, vestida con traje de faena del Ejército, le pasó a su esposo, Miguel, a Liliana, su hija de 4 meses de esdad, para ir a consultar el reloj. Hacía hora y media que estaban en una sala de espera del Centro Médico Naval Nacional, y a Alice ya se le había hecho tarde para acudir a su turno de servicio en el Pentágono.
No te preocupes, cariño, no tardaremos mucho más-le dijo Miguel a Alice, mientras besaba a Liliana.
Unos dias antes, Alice había descubierto dos pequeñas protuberencias sobre las costillas izquierdas del cuerpo de su hija. Al tacto parecían huesos, y la familia de la joven tenía un historial de trastornos óseos. La pareja decidió pedir al pedíatra que le sacara radigrafías a la niña durante consulta habitual.
Era notable el contraste entre los esposos: Alice era rubia, extrovertida e impulsiva; Miguel era moreno, callado y tranquilo. Él ayudó a su mujer a mantener la calma hasta que les llegó su turno. Alice tomó a Liliana en brazos. Miguel cogió la pañalera y entraron a la sala de reconocimiento. Ése fue el último momento de vida familiar normal que tendrían durante los próximos cinco años.
"Niña sana de cuatro meses; crecimiento y desarrollo normales; aumento adecuado de peso", dicen las notas del interno que examinó por primera vez a Liliana ese día , 3 de febrero de 2000. El interno no le dio importancia a las pequeñas protuberancias, pero la madre insistío. Un pediatra el doctor Paul Reed, convino en ordenar radiografías.
"En cuanto vi la cara del doctor Reed, supe que algo andaba muy mal", recuerda Alice. Los rayos X revelaron que Liliana tenía varias costillas rotas.
Estas lesiones no son accidentales-opinó el médico.
Alice recuerda que Reed les dijo que alguien había apretado a la pequeña, tal vez para que dejara de llorar. Los médicos realizaron más pruebas en busca d otras lesiones. Alice sollozaba abiertamente.
Miguel fue bombardeado con preguntas por personal de bata blanca:
¿Qué había ocurrido? ¿Se enojaba con gran facilidad? ¿Bebía mucho? ¿Sacudía a su bebé? Aturdido, el joven se quedó sin habla.
Como las fracturas por lesiones de compresión suelen ser un indicador de maltrato infantil, y debido a la aparente indiferencia que mostraba Miguel, el doctor Reed pensó que se hallaba ante un caso típico de violencia paterna. Dio su opini{on a su supervisora, la doctora Barbara Craig, directora del Centro de las Fuerzas Armadas para la Protección de Menores.
"Éramos tan jóvenes e ingenuos", dice Alice hoy con pesar. Ella tenía 20 años, y Miguel, 28.
El radiólogo que interpretó la siguiente serie de radiografías Liliana también tenía rota la muñeca y quizá una pierna. Este informe que luego resultó ser inexacto, convenció más aún a los médicos de que había habido maltrato.
Liliana fue internada en la unidad pediátrica del Centro Médico Walter Reed del Ejército, y otro médico la examinó allí. Un resumen del reconocimiento de la niña refiere lo siguiente: "no presenta inflamaci{on, cortaduras ni quemaduras. No hay evidencia de dolor. Bien nutrida, crecimiento normasl, no retraída. Muy limpia y bien cuidada. Sonríe, está alerta. Los padres acudieron a todas las consultas obstétricas antes del parto, y ambos la traen regularmente a sus citas en la clínica".
El informe también señala que Alice mencionó los problemas óseos de su familia. Sin embargo, los expertos atestiguarían más tarde que ninguno de los médicos del Centro Médico Naval o del Walter Reed elaboró un historial clínico minucioso, ni un "diagnóstico diferencial" para determinar las posibles causas de las fracturas además del maltrato. Los demás estudios, entre ellos una ecografía cerebral, salieron normales.
Hasta muy entrada la noche, un médico, dos trabajadoras sociales de los Servicios de Protecci{on Infantil de alexandria, Virginia, dos inspectores de policía también de Alexandria, y un oficial de la policia militar interrogaron a los Velásquez.
La pareja ignoraba el peligro que corría. Durante esa entrevista y otras, se especularon y se preguntaron en voz alta si habrían manejado con demasiada brusquedad a su hija. En una sesión, Miguel le dijo a una trabajadora social que le había dado un masaje en el vientre a la pequeña cuando estaba estreñida. Era un tratamiento casero que había aprendido en San Salvador, su lugar de origen. Su comentario fue interpretado de una manera muy distinta. Lo que se anotó en el informe fue: "El padre reconoció haber apretado a la bebé".
Al día siguiente, dice la pareja, una trabajadora les explicó que, en vista de las lesiones de Liliana, la niña iba a ser enviada a una casa de crianza. Si se mostraban en desacuerdo, las probabilidades de que la recuperaran disminuirían. Alice se echó a llorar, pero se sobrepuso lo suficiente para anotar el horario de su bebé. Miguel llenó la pañalera y Alice le dio el pecho a su hija una última vez; luego la llevaron a un auto que aguardaba afuera. La madre acomodo a Liliana en un asiento y la trabajadora social cerró la portezuela. Entonces Alice perdió el control.
-¡Se llevan a mi bebé! -grito mientras perseguía el auto.
Miguel fue tras ella para detenerla, y ambos se desplomaron llorando en la acera cubierta de aguanieve.
En los días que siguieron se celebró una serie de audiencias de emergencia. Cada vez que la pareja se presentaba en la corte, sus amigos y colegas acudían como testigos de su buena reputación. Sin embargo, las trabajadoras sociales no entrevistaron a ninguno de ellos para preguntar que clase de pares eran los Velásquez.
Una amistad investigó en Internet las enfermedades de la infancia que podrían producir fractura de huesos, y un mal saltó a la vista: osteogénesis imperfecta (OI), o "enfermedad de los huesos quebradizos".
La OI provocada por un defecto en la producción de colágeno, la proteína que mantiene unidos los huesos. Una persona que padece OI no tiene colágeno, o el que tiene es de mala calidad. En los casos más leves, el médico que estudia las radiografías no siempre puede saber si los huesos están bien o no. La primera señal de la enfermedad suele ser la presencia de huesos fracturados. "Algunos padres me han relatado que le rompieron una pierna a su bebé al alzarlo de los tobillos para cambiarle el pañal", dice Heller An Shapiro, directora ejecutiva de la Fundación de Osteogénesis Imperfecta. "Recibimos muchas llamadas relacionadas con acusaciones falsas de maltrato".
El 15 de febrero Alice le dijo a la doctora Craig por qué sospechaba que su hija padecía OI, y le contó de todas las fracturas que ella misma había sufrido. Más tarde, pidió que se le practicara un examen a la pequeña, pero eso nunca sucedió.

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